La chica desastre y el señor observador.

Te quiero entera, encima de la mesa de la cocina o en el propio suelo, donde tú prefieras para que te lleve al cielo. Te quiero descompuesta por la rabia, para ser guía del momento y buscar un lugar hacia el que orientarte.

Tan solo busco un instante en el que pierdas la coherencia, unos segundos de locura y guardia baja donde poder extender mi tela de araña sobre tu piel. Atraparte.

Siempre ha sido una luchadora. Especialista en historias imposibles y en comerse la cabeza ella sola, por el propio mundo. Que yo se que ha tropezado y caído mil veces con piedras, pero también con montañas; aún increíblemente de pie y con el corazón maltrecho, roto en mil pedazos encajados con unas cintas de celo mal cortadas con la boca. Imperfecta, de la cabeza a las uñas de los pies, y aún así, el cúmulo de experiencias y desastres más bello y desconcertante que he tenido el placer de observar.

El privilegio de ver correr su valía desde su cabeza hasta el papel, pasando por la sangre y tornando en tinta; os juro que he creído que sus palabras podrían cambiar la vida del ser humano más triste o condenado. Eran sus letras lo que mejor me perdían y sus piernas... mejor no hablaré de sus piernas ni de su cuerpo, porque volvería a congelarse mi respiración por unos segundos. Te quiero en cualquier parte y de cualquier forma, pero mucho mejor cuando eres vulnerable. Así, puedo hacerte sentir única.