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Ábreme tu corazón,
para que pueda decirte con caricias
lo que no puedo contarte con palabras.

Caricias musicales

Quiero enseñarte a tocar los acordes de mis costillas, para que poco a poco llegues a la primera; bajo mi pecho izquierdo la música suena grave y profunda.

Todo comienza en la curva de mis caderas ¿Sabes? esa que se altera cada vez que la rozas de soslayo o acaricias con el dorso de la mano. Subes en busca de esa melodía que te dije que podías encontrar, ascendiendo por las fases de mordiscos y suspiros alojadas en la tercer y cuarta posición; tocando el impulso y la emoción de la segunda, y así, poder acabar en el profundo corazón, en primer puesto.


Eres el artista de las cuerdas de mi cuerpo, el guitarrista que compuso las canciones de amor sobre mi espalda; las mismas canciones por las que me pierdo cada vez que me cantas. Me muero por cada sonrisa imprevista y cada mirada de reojo que pones cuando hago alguna broma; ese mordisco en los labios, que te autoincita y te confunde a la hora de actuar, porque no sabes si besarme, abrazarme o arrancarle el brillo a la luna para ponerlo en mis manos.

Acaricia la música que brota de tu cabeza cuando me desnudas, a las doce o a la una y recorres cada poro de mi piel con tus labios. No se que ocurre cada vez que me susurras en los oídos que hasta la palabra más absurda eriza todos mis sentidos.

 Lo maravilloso va por dentro, donde el corazón fragua a mil por hora, un calor que no se sabe donde desemboca cuando estoy contigo.

No era amor, tan solo pasión.

Es la sangre que fluye por mis venas, la misma que se altera cuando soplas en mi espalda. Tan solo lujuria, en el interior del frasco de tus manos, sopesadas a la hora de acariciar las curvas de mi cuerpo y los mechones que caen por mi espalda. No es amor, es pasión lo que llena mis labios de sangre, y mis mejillas del calor que emana tu aliento. Tal vez cuando corra el tiempo, abras el tallo de la rosa que me regalaste ayer por la mañana, azul como el viento que supuran mis heridas; las mismas que contemplaste en mi cara marchita y que decidiste curar con tu afecto.

Rogabas a mi risa que por favor se manifestase, por que no había días bonitos desde que la escuchaste, asomada a la ventana mirando de reojo, sin poder hacerla tuya; en ese momento fue cuando te diste cuenta de que no podías vivir sin ello. Desde entonces, antes de ir a dormir me pides que te ría, por lo bajo o en alto en medio de cualquier lugar, que estalle como dinamita y que me encierre en tus brazos. Por eso dices que no hay días bellos sin el rubor de mis pestañas, por el brillo que observaste diferente en mi mirada. Tus palabras y tus versos se han inspirado de nuevo, esta vez en una chica que no esperabas ver ni por asomo; aqui estoy sin embargo, escondida entre mis miedos. Tú quieres venir a amarme y a darme el mundo por un beso, mientras que yo espero ver el mundo para darte más que un beso.


Dedicada a mi gran amiga M, por haberme inspirado este texto



El silencio guarda más historias que los textos con infinitas palabras.