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La filología del amor.

Estamos acostumbrados a automatizar sucesos de nuestra vida porque resultan cotidianos, repetitivos y generadores de rutinas. Todos los días salimos de nuestra casa, paseamos por la calle, vamos a la escuela, al trabajo, de compras... recorremos las calles rodeados de personas. Rostros que pasan desapercibidos y caras conocidas con las que paras a charlar porque hace tiempo que no ves. Gente con la que te cruzas pero preferirías no haberlo hecho. Todas estas situaciones se acumulan en nuestra cabeza de forma automática como hechos que pasan desapercibidos. Es algo corriente que torna en algo extraño cuando delante nuestra se encuentra esa persona.

Quizá observes a una chica leyendo tu libro favorito en la mesa de algún café. Tal vez te choques con un chico que va corriendo. A veces tan solo un cruce de miradas es suficiente para cortar de raíz la monotonía a la que nos somete la vida. Una sonrisa, unos ojos e incluso un choque inesperados propician la desautomatización en nuestras mentes. El formalista ruso Shklovski decía que la imagen poética sirve al poeta para singularizar y hacer extraño al objeto que se refiere, provocando en el lector un extrañamiento que le conduce a observar lo que se dice y como se dice. Yo tengo la teoría de que el amor nos produce esta sensación. Vivimos en sociedad pero siempre hay alguien que destaca por encima de todo eso, a veces es algo momentáneo, un instante que nos saca de ese estado automático por el que se rige nuestro cerebro desde que despertamos hasta que volvemos a dormir. Estas coincidencias no son las únicas, cuando pasas tiempo con esa persona empiezas a estudiar sus gestos, a prestar atención a su boca, sus ojos y sus manos; sin darte cuenta empiezas a hilar las partes de su cuerpo en tu cabeza y dibujas imágenes perfectas en la noche. Incluso cuando es duradero sigue habiendo gestos que te chocan y sacan esa visión poética de tu corazón. Un beso, un abrazo inesperado o una caricia nos pueden despertar del letargo mental.

No es invención, es la capacidad humana de hacer versos comprensibles para tratar de dar sentido a algo tan abstracto e intangible como el amor. Todos en el fondo tenemos esta visión poética porque en el fondo todos sabemos amar, aunque sea a nuestra manera.